Lo salvaje de ser civilizado, o las
fronteras mentales en un mundo globalizado.
Es natural la defensa frente a un
ataque y comprensible la retaliación. Pero como ciudadano, prefiero pensar
individualmente para no terminar, pasivamente, siendo parte de un extremo en el
que no quiero estar. Mientras tanto, que la inteligencia, o la brutalidad de
los estados que se atacan y defienden, se encarguen de eso, de atacarse y
defenderse.
Que ISIS sea un grupo terrorista
conformado por salvajes asesinos psicópatas que pretenden instaurar un modo de
vida político y religioso equivalente a un retorno a la edad media o que la
expansión de sus acciones en occidente, como parte de su objetivo primordial de
reconstrucción del Califato, sean comparados con el comportamiento de una
metástasis; son los highlights del reduccionismo al que, para un gran
número de periodistas, bloggers y usuarios de las redes que tratan de ser
contundentes en llamar al crimen por su nombre y no dejar ningún resquicio por
el que se pueda filtrar una posible justificación de ese accionar criminal, se
termina sometiendo cualquiera de sus notas y conceptos sobre este grupo.
Claramente no pretendo justificar
ningún acto de crimen y terror, actos que sin duda condeno, cuestionando este
tipo de posiciones tajantes. Solo intento dimensionar, de alguna manera, a qué
se enfrenta el mundo que ha sido declarado objetivo de los ataques de ISIS y
frente a esta búsqueda percibo una irresponsabilidad mediática ligada a los
acontecimientos que los ataques en París han desatado. Por frenético que sea el
momento histórico que vivimos, lo que decimos no debe ser inmediatista ni
subestimar, por juzgar desde el dolor y el odio antes de indagar, el fenómeno
en que este grupo se ha convertido al reducirlo todo al resultado de una
violencia irracional. Porque en la propagación de su pensamiento fuera de sus
fronteras, alguna lógica, por brutal que nos pueda parecer, está afectando cada
vez a más personas de occidente. Para este análisis, por demás urgente, debemos
ver los actos de este grupo desde sus fundamentos radicales y no solo desde la
soberbia y superioridad propia de los que habitamos el "mundo
civilizado". Como no conozco a ningún miembro de ISIS en persona y casi
todo de ellos resulta para mí un misterio me esfuerzo, como las personas que sí
conozco y luchan contra la metástasis de un cáncer o la psicopatía con las que
se les compara, en entender a fondo la enfermedad para enfrentarla y evitar, en
la desidia que puede producir el reduccionismo, perder una batalla contra el
tiempo, la locura o la inevitable muerte.
Si no se nada del otro tengo en cuenta,
antes de definirlo, que no necesariamente occidente, el primer mundo o lo que
aparentemente conozco, representan lo que supone la modernidad desde la que se
le llama salvaje a todo lo diferente. Porque, por poner un par de
ejemplos, veo como los modelos educativos de occidente poco han variado desde
su concepción en la Ilustración o como las monarquías de Europa que, aunque
pierdan progresivamente el poder que alguna vez tuvieron, son estructuras
estáticas cada vez más alejadas de una juventud que domina el uso de las
herramientas modernas, las mismas herramientas con las que la visión del Estado
Islámico se propaga muy fácilmente y a las que sí son susceptibles estos
jóvenes que se sienten invitados a participar en un sistema que, a diferencia
de las democracias en las que habitan, los invita a participar activamente en
algo. Los países civilizados llaman a sus poblaciones, como un todo, a
apoyar sus iniciativas militares como espectadores desde los medios masivos,
mientras en sus laptops y teléfonos móviles, los jóvenes individuos marginados
de esas mismas sociedades desarrolladas, modelos educativos anacrónicos y
formas de gobierno estáticas; son invitados y, en muchos casos, radicalizados
como militantes activos de los salvajes, seducidos por una conversación
en primera persona que por fin les da valor y pertenencia al dejarlos ser
emisores, no solo receptores.
La industrialización que llena de
opciones la aparente libertad de la demanda frente a las góndolas de los
supermercados, la capacidad militar que desfila en fechas importantes
desplegándose vistosamente, como las plumas de las aves del paraíso, para
asustar a los bárbaros del subdesarrollo o la infraestructura que mueve y
conecta países; son elementos de la modernidad que se vive o a la que se
aspira. Pero me pregunto, ¿es esta modernidad moderna?, esta noción debe
partir, también, de la capacidad de replantear la forma en que operan todos
esos elementos que la sustentan. La modernidad de los "países
civilizados" no está en duda, para mí, solo por los anacrónicos motivos
que mencioné anteriormente, sino porque se basa en la utilización de unos
recursos naturales no renovables que no les pertenecen y que, en su gran
mayoría, deben ser obtenidos sin importar las personas, los derechos y las formas
de vida de sus verdaderos dueños. Porque es una modernidad no sostenible,
basada en una revolución que ya fue y que, dos siglos después, está acabando
con el planeta.
Si hay una oportunidad para
repensarnos como humanidad, seguro es esta. Sueño con que no la desaprovechemos
y, en vez de vivir este modernismo con regusto a medioevo, tengamos un nuevo y
definitivo renacimiento en el que el florecimiento económico de cada país no
dependa de las guerras que libra en otros, sino de su capacidad de darle la vuelta
a la forma de producir su energía, del talento creador, de la capacidad de
trabajo de su gente y en el que las fronteras, más que barreras físicas desde
las que se establece la discriminación, sean la delimitación de identidades que
nos recuerdan el respeto a la diferencia en la diversidad. Un mundo en el que
la verdadera cooperación de los más fuertes sea la finalización de las
prácticas que hipócritamente esconden tras las migajas de las donaciones
humanitarias para los más débiles.
Que bien se siente hablar del mundo
globalizado y qué difícil es entender que los problemas actuales, de otros
lugares del globo, también son míos.
Comentarios
Gustavo
Corredor Ortiz Excelente nota, es una sensata explicación
que tiene el gran mérito de abordar un problema global sin caer en el facilismo
de las teorías religiosas y la responsabilidad de los fanatismos, es decir, que
está de acuerdo con el postulado "Amar al mundo sobre todas las
ideas", y por eso le solicito a Tomás Corredor su autorización para
publicarla en el blog "Opus Mundus"
Tomás Corredor Dale Gustavo, todo un honor mi viejo amado.
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