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viernes, 20 de noviembre de 2015


Lo salvaje de ser civilizado, o las fronteras mentales en un mundo globalizado.



Es natural la defensa frente a un ataque y comprensible la retaliación. Pero como ciudadano, prefiero pensar individualmente para no terminar, pasivamente, siendo parte de un extremo en el que no quiero estar. Mientras tanto, que la inteligencia, o la brutalidad de los estados que se atacan y defienden, se encarguen de eso, de atacarse y defenderse.
Que ISIS sea un grupo terrorista conformado por salvajes asesinos psicópatas que pretenden instaurar un modo de vida político y religioso equivalente a un retorno a la edad media o que la expansión de sus acciones en occidente, como parte de su objetivo primordial de reconstrucción del Califato, sean comparados con el comportamiento de una metástasis; son los highlights del reduccionismo al que, para un gran número de periodistas, bloggers y usuarios de las redes que tratan de ser contundentes en llamar al crimen por su nombre y no dejar ningún resquicio por el que se pueda filtrar una posible justificación de ese accionar criminal, se termina sometiendo cualquiera de sus notas y conceptos sobre este grupo.
Claramente no pretendo justificar ningún acto de crimen y terror, actos que sin duda condeno, cuestionando este tipo de posiciones tajantes. Solo intento dimensionar, de alguna manera, a qué se enfrenta el mundo que ha sido declarado objetivo de los ataques de ISIS y frente a esta búsqueda percibo una irresponsabilidad mediática ligada a los acontecimientos que los ataques en París han desatado. Por frenético que sea el momento histórico que vivimos, lo que decimos no debe ser inmediatista ni subestimar, por juzgar desde el dolor y el odio antes de indagar, el fenómeno en que este grupo se ha convertido al reducirlo todo al resultado de una violencia irracional. Porque en la propagación de su pensamiento fuera de sus fronteras, alguna lógica, por brutal que nos pueda parecer, está afectando cada vez a más personas de occidente. Para este análisis, por demás urgente, debemos ver los actos de este grupo desde sus fundamentos radicales y no solo desde la soberbia y superioridad propia de los que habitamos el "mundo civilizado". Como no conozco a ningún miembro de ISIS en persona y casi todo de ellos resulta para mí un misterio me esfuerzo, como las personas que sí conozco y luchan contra la metástasis de un cáncer o la psicopatía con las que se les compara, en entender a fondo la enfermedad para enfrentarla y evitar, en la desidia que puede producir el reduccionismo, perder una batalla contra el tiempo, la locura o la inevitable muerte.
Si no se nada del otro tengo en cuenta, antes de definirlo, que no necesariamente occidente, el primer mundo o lo que aparentemente conozco, representan lo que supone la modernidad desde la que se le llama salvaje a todo lo diferente. Porque, por poner un par de ejemplos, veo como los modelos educativos de occidente poco han variado desde su concepción en la Ilustración o como las monarquías de Europa que, aunque pierdan progresivamente el poder que alguna vez tuvieron, son estructuras estáticas cada vez más alejadas de una juventud que domina el uso de las herramientas modernas, las mismas herramientas con las que la visión del Estado Islámico se propaga muy fácilmente y a las que sí son susceptibles estos jóvenes que se sienten invitados a participar en un sistema que, a diferencia de las democracias en las que habitan, los invita a participar activamente en algo. Los países civilizados llaman a sus poblaciones, como un todo, a apoyar sus iniciativas militares como espectadores desde los medios masivos, mientras en sus laptops y teléfonos móviles, los jóvenes individuos marginados de esas mismas sociedades desarrolladas, modelos educativos anacrónicos y formas de gobierno estáticas; son invitados y, en muchos casos, radicalizados como militantes activos de los salvajes, seducidos por una conversación en primera persona que por fin les da valor y pertenencia al dejarlos ser emisores, no solo receptores.
La industrialización que llena de opciones la aparente libertad de la demanda frente a las góndolas de los supermercados, la capacidad militar que desfila en fechas importantes desplegándose vistosamente, como las plumas de las aves del paraíso, para asustar a los bárbaros del subdesarrollo o la infraestructura que mueve y conecta países; son elementos de la modernidad que se vive o a la que se aspira. Pero me pregunto, ¿es esta modernidad moderna?, esta noción debe partir, también, de la capacidad de replantear la forma en que operan todos esos elementos que la sustentan. La modernidad de los "países civilizados" no está en duda, para mí, solo por los anacrónicos motivos que mencioné anteriormente, sino porque se basa en la utilización de unos recursos naturales no renovables que no les pertenecen y que, en su gran mayoría, deben ser obtenidos sin importar las personas, los derechos y las formas de vida de sus verdaderos dueños. Porque es una modernidad no sostenible, basada en una revolución que ya fue y que, dos siglos después, está acabando con el planeta.
Si hay una oportunidad para repensarnos como humanidad, seguro es esta. Sueño con que no la desaprovechemos y, en vez de vivir este modernismo con regusto a medioevo, tengamos un nuevo y definitivo renacimiento en el que el florecimiento económico de cada país no dependa de las guerras que libra en otros, sino de su capacidad de darle la vuelta a la forma de producir su energía, del talento creador, de la capacidad de trabajo de su gente y en el que las fronteras, más que barreras físicas desde las que se establece la discriminación, sean la delimitación de identidades que nos recuerdan el respeto a la diferencia en la diversidad. Un mundo en el que la verdadera cooperación de los más fuertes sea la finalización de las prácticas que hipócritamente esconden tras las migajas de las donaciones humanitarias para los más débiles.
Que bien se siente hablar del mundo globalizado y qué difícil es entender que los problemas actuales, de otros lugares del globo, también son míos.

Comentarios

Gustavo Corredor Ortiz Excelente nota, es una sensata explicación que tiene el gran mérito de abordar un problema global sin caer en el facilismo de las teorías religiosas y la responsabilidad de los fanatismos, es decir, que está de acuerdo con el postulado "Amar al mundo sobre todas las ideas", y por eso le solicito a Tomás Corredor su autorización para publicarla en el blog "Opus Mundus"


Tomás Corredor Dale Gustavo, todo un honor mi viejo amado.